Mangos, pepino, elote, churros de trigo y una variedad de salsas decoran el carrito de botanas de Silvestre Rafaela-Ciriaco.
Camina ofreciendo sus botanas en diferentes lugares del campus a lo largo del día, asegurándose de que todos los estudiantes estén conscientes de su presencia.
El residente de San José convirtió su negocio de antojitos mexicanos en una parada exprés para estudiantes de la Universidad Estatal de San José que buscan comida auténtica fuera de las opciones que la universidad ofrece.
“Hace aproximadamente 10 años que decidí caminar por el campus,” dijo Rafaela-Ciriaco.
Nativo de la ciudad mexicana de Acapulco, en el estado de Guerrero, Rafaela-Ciriaco llegó a San José con un objetivo en mente: encontrar un mejor trabajo.
“No estoy en contra de que [Rafaela-Ciriaco] llegue al campus, todos necesitamos ganar nuestro dinero de alguna manera, en alguna parte,” dijo Silva.
Estudiante de Inglés, Oner Silva dice que el carrito de comida es una excelente manera para que Rafaela-Ciriaco venda sus manjares en el campus.
Siendo uno de los hermanos mayores en una familia de 10 hijos, sus padres obligaron a Rafaela-Ciriaco a abandonar la escuela a la edad de ocho años y encontrar maneras de ayudar a su familia económicamente para sobrevivir.
Sin embargo, la falta de empleos y el aumento del costo de alimentos provocaron su partida en busca de oportunidades más fructíferas en los Estados Unidos. Rafaela-Ciriaco juró que después de encontrar un empleo, enviaría dinero a la familia que dejó atrás.
Desde las 10 a.m. hasta las 5 p.m., Rafaela-Ciriaco hace paradas en las esquinas más concurridas por estudiantes no solo en la universidad. Entre los lugares más comunes se encuentra el área exterior justo afuera del lado oeste de la cafetería estudiantil.
Con emoción entrañable, recordó su primera vez vendiendo sus bocadillos en el campus. Un día, él estaba caminando por las calles alrededor del campus con su carrito cuando volteo y vio a una cantidad masiva de estudiantes.
“Decidí detenerme e intentar vender, desde entonces no me he ido,” dijo.
Sin embargo, el principio fue difícil. Ser un vendedor sin licencia en un campus universitario poblado puso su negocio en una cuerda floja.
“Durante mis primeros años de venta en el campus, la policía o el personal de seguridad del campus me echaban,” dijo Rafaela-Ciriaco.
De acuerdo con la política y las pautas de SJSU, los vendedores sin licencia no pueden vender productos en el campus.
Rafaela-Ciriaco continuó: “Un día, incluso me quitaron el carrito y me multaron.” Rafaela-Ciriaco recordó un momento en el que no pudo vender ningún antojito debido a la poca representación de estudiantes latinos en el campus.
Según él, no muchos de los demás estudiantes conocían sus antojitos mexicanos. “No muchos estudiantes sabían lo que estaba vendiendo, nadie iba a mi carrito,” dijo Rafaela-Ciriaco.
Los estudiantes latinos solo conformaban el 16 por ciento del cuerpo estudiantil de SJSU en el otoño de 2008 a comparación con el 26 por ciento registrado en el otoño de 2018, según los datos de inscripción de estudiantes.
La popularidad creciente de Rafaela-Ciriaco le permitió adaptarse fácilmente al mundo en expansión de la moneda digital. “Muchos estudiantes venían y me preguntaban si tenía Venmo, al principio no sabía qué era, pero luego me explicaron,” dijo.
“La mayoría de los estudiantes no llevan dinero en efectivo así es que pronto obtendré mi cuenta bancaria,” añadió. Aunque todo ha ido bien para Rafaela-Ciriaco, al igual que cualquier otro negocio, hay días buenos y malos.
“A los estudiantes les gusta estar saludables, en su mayoría compran pepino y mango,” dijo. “Los duros se venden bien, pero no son tan populares entre los estudiantes,” agregó.
En un mal día, Rafaela-Ciriaco lleva sus productos fuera del campus para venderlos en las calles del centro de la ciudad, terminando su día alrededor de las 8 p.m. Su carrito es su única fuente de ingreso y lo que gana es suficiente para mantenerse y mantener a sus padres y hermanos menores que todavía viven en Acapulco.
“No tengo familia aquí,” dijo. “Las pocas personas que he conocido aquí son mis únicas amigos,” agregó. En el campus, los consumidores de Rafaela-Ciriaco se han convertido en algunos de sus amigos.
“Me gusta venir al campus porque me siento seguro y los estudiantes y profesores me tratan bien,” dijo. Lyzette Guzman, se prepara para su maestría en inglés como segundo idioma. Ella reconoce a los estudiantes no latinos que consumen de Rafaela-Ciriaco y tratan de comunicarse con Rafaela-Ciriaco en español.
“Es increíble que lo aprecien y que reconozcan el hecho de que [Rafaela-Ciriaco] está aquí vendiendo sus productos,” dijo Guzmán. En efecto, la comunidad latina ha crecido rápidamente en la universidad haciéndose más presente cada dia. Silva dijo: “Me encanta cómo nosotros [los latinos] tenemos influencia en otros estudiantes no latinos.”